miércoles, 20 de mayo de 2009

Algo se muere en el alma

...

Te escribo viejo amigo porque hace mucho que no te veo y ahora me dicen que no te voy a ver más. Porque te fuiste. Y lo jodido es que sabías que te irías. Tú mismo me lo dijiste. Hoy aquellas lágrimas cobran sentido mientras todo lo demás lo pierde.

No me voy a poner ahora a decir lo buenos amigos que éramos. Que lo fuimos. Y creo que, a lo lejos, seguimos siéndolo. Ahora estás más lejos que nunca, ya no podemos serlo, excepto en mi mente y en mi corazón.

No voy a llorar el tiempo perdido ni juzgarme a mí mismo. Lo pasamos muy bien, con momentos memorables que nunca olvidaremos ni yo ni tú, allá donde estés. Pero también es verdad que a veces saltaban chispas entre nosotros. Y así fue.

Yo, tranquilo como un árbol al sol y tú, fiero como un león enjaulado, compañeros de alguna que otra fatiga a pesar de la diferencia. La diferencia que nos juntaba y nos separaba. No sé qué estarás pensando ahí arriba (o ahí abajo, cabroncete), pero yo nunca dudé de tu nobleza. Y ahora, tan tarde ya, entiendo muchas cosas.

Cosas que me explicaste y no supe entender, o, más bien, no quise. Tal vez no fui un buen amigo. Tal vez no te ayudé. No lo sé. Al fin y al cabo, ¿me necesitaste? No lo sé. Pero todos tenemos razones para ser como somos (eso lo sabes tú muy bien) y pocas fuerzas para cambiar (de eso sé yo un rato).

Me alegro de que nunca te hayas frenado, que hayas roto tus propios límites. Me alegro porque creo que cada día de tu vida lo viviste al máximo, para bien o para mal. Porque lo diste todo. Y así como muchas veces reprobé tu carácter combativo y te lo hice saber, hoy quiero decirte ole tus huevos. Aprenderé de ti toda mi vida; después ya tomaremos algo.

¡Joder Juama!

jueves, 23 de abril de 2009

VALORES

El valor de salir cada partido a jugar al fútbol, a dar espectáculo, a crear, a fantasear, a hacer posible lo imposible.

El valor de darlo todo todos hasta el final. Incluso ganando de goleada. De seguir, presionar, luchar hasta la muerte.

El valor de la humildad. El no elevar la mirada sobre los otros. El no menospreciar ni infravalorar a nadie, compañero o rival. Árbitro o comité. El no asomarse por la prensa para hablar si no es de fútbol. Hablando en la cancha. Como sólo hablan los grandes: con hechos.

El valor de jugar con tu gente, con los del lugar, con los que aman y veneran la camiseta, aquellos que sueñan vestirla desde pequeños. Y el valor de seguir formando. Construyendo el futuro.

El valor de estar al margen. Al margen de los rivales. Al margen de la prensa. Al margen de la polémica. Al margen del resultado. Hemos venido a jugar al fútbol. A pasarlo bien. A disfrutar.

El valor de crecer cada día, poco a poco. Hoy ganar un partido, mañana otro. Perder alguno quizá, siendo siempre nosotros mismos.

El valor de la personalidad. Ganemos o perdamos, atacar para atacar, jugar para jugar. Disfrutar para vivir, vivir para disfrutar. Sólo así se puede vencer, incluso cuando se pierde.

El valor de la humildad.

El valor de la leyenda. Jugamos como antaño. Heredamos un fútbol y hace tiempo que ya es nuestro. Nuestro, para bien o para mal. Ganaremos y perderemos como antaño. Y verteremos sangre si hace falta, como hicieron nuestros viejos héroes.

El valor de discernir. De distinguir, de localizar, de elegir. Sólo gente con valores. Sólo para futbolistas. Absténganse estrellas de tabloide y carne de telediarios. Sólo deportistas.

El valor del la unidad. El objetivo común. Como el hombre y la sociedad, el jugador y el club. Y lo primero, el equipo, nunca el individuo. Nadie rema a destiempo. Todos a una, Fuenteovejuna. Tots units fem força.

El valor del respeto. El dar la consideración que se merece a todo el mundo. A la afición, dándole lo que pide: fútbol. A los rivales, jugando contra ellos al fútbol, esto no es la guerra. Las patadas, al balón. Los puñetazos, en el ring. El aburrimiento, en las tertulias. En la cancha sólo un balón y once corazones palpitantes por el escudo que los abriga.

El valor del trabajo. Del primero al último. El portero, un líbero. El delantero, el primer defensa. El defensa, un delantero más. Las líneas, para moverlas. Los corsés, para romperlos a mordiscos. Los cuadrados mágicos, para hacerles rondos. La base: el movimiento.

El valor de saber que, ganemos o perdamos, somos referencia allá donde vamos. Que nos admiran por lo que somos y no por lo que aparentamos ser. Que sembramos envidia sana, que los antiguos llamaban ejemplo. Porque enseñamos lo increíble y lo hacemos posible ante los incrédulos.

El valor de ser un grupo inmaculado de chavales que cada vez que se juntan, levantan estadios en medio mundo, se ganan el aplauso incluso de los rivales, y ofrecen un espectáculo digno de admirar hasta por los profanos.

Porque el fútbol, como todo en este mundo, se rige por las reglas de la vida. De él podemos sacar muchas lecciones. Muchos valores. Y el ejemplo de estos chavales es un tesoro que jamás debemos olvidar. Ni en la cancha, ni en el camino.

Gracies Víctor V., Albert, José Manuel, Carles, Gerard, Rafa, Gabi, Martín, Eric, Dani, Sylvio, Yaya, Xavi, Andrés, Seydour, Eidur, Víctor S., Sergio, Lionel, Tití, Samuel, Bojan, Pedro, Pep, Tito, Juan Carlos, Paco, Manel, Txiki, Joan y todos esos ayudantes anónimos que hacen posible que estemos todos disfrutando tanto.

Y gracias por demostrar que, a parte de los billetes, algo de lo que hizo grande a este deporte permanece. Para verlo sólo hay que abrir los ojos. Y no llegar tarde ni cinco minutos. Te puedes perder tres goles…

La Senda del Guerrero

Como un largo viaje a través de los más inhóspitos paisajes de la tierra, enfrentando a las más atroces criaturas, para terminar llegando a su destino, coronado y triunfante. Entonces, sobre la poltrona, el nuevo rey decidió que se aburría allí sentado, rodeado de oro. Y decidió levantare y emprender otro largo viaje a través de los más inhóspitos paisajes de la tierra, enfrentando a las más atroces criaturas…

Lo importante fue el viaje. Lo que marcó al guerrero como rey, pero también al rey como guerrero. Incapaz de mantener tu heroico culo pegado al cómodo asiento… Saber ser rey es funcionar como lo hacías cuando aún no lo eras; método a través del cual, llegaste a serlo.

He ahí el gran secreto de la vida. Cuando a través del talento, muchas veces innato, y del esfuerzo, siempre posible, uno alcanza el triunfo. El peligro radica en el triunfo en sí, que es como un sol cegador, como una altura inalcanzable desde la cual la caída puede ser muy estrepitosa.

Por eso la senda del triunfo es un ciclo, un círculo que se debe rodear mil y una veces sin desfallecer, por muy alto que éste se eleve en el cielo. Sólo el seguir rodando garantiza que el círculo no pierda su forma, no torne en oval, o peor, en cuadrado…

El día en que olvidamos cómo llegamos hasta donde nos encontramos, caeremos.

Sabemos cómo, pues lo hemos hecho. Sabemos por qué, porque tras el día cae la noche y tras ella, un nuevo día. Y el ayer se fue y sólo queda en la frágil memoria.

Sabemos por qué, porque de verdad es lo que nos mueve a vivir, lo que nos da sentido. No el oro, ni el trono, sino la aventura, el viaje.

Por eso la única senda de los reyes es la senda del guerrero.

Y aquel que la abandona cae. Estrepitosamente.

jueves, 22 de enero de 2009

El ineludible deber de la Tomi-Gun

El Tomison es un subfusil automático que adquirió mala fama en la época de la pubertad. Se le veía normalmente en las películas de chocos de Cimeria de ese tiempo, siendo usado también por las fuerzas chocas y por los mismos criminales. El Tomison llegó a ganarse apodos en su país como Tomi-Gun, Deker (de Blakan Deker) Choquer, Chicago Melaveo y Chicago Paso de andarle ahí. Fue el favorito de soldados y civiles por ser compacto, por su munición de tinta albina y por su elevada cadencia de fuego en modo automático (mucho más elevada que en el tristemente famoso modo manual).

El inventor de este subfusil fue el general Tomi Verceti, chocomilitar que sirvió por muchos años en el departamento de artillería del Ejército de Chocos de la Ostia. El mismo se inspiró en el diseño de la Tomi-Gun estando en una trinchera durante la Guerra de la Manolas, desarrollando lo que el llamaría one-man, hand-held machine gun (ametralladora personal "de mano" o portátil). Nunca mejor dicho.

Mientras buscaba la forma de que el arma funcionara con seguridad, Tomi se cruzó con un problema de patentes ante José Córdoba "El Chivi". Con una manera de hacer posible su idea, Tomi encontró soporte financiero de un patrocinador (conocido como mano derecha) y así fundó la Auto-Manubrio Corporation a finales de los 90 con el propósito de vaciar su arma. El proyecto se llamó Aniquilador XIII (en inglés Annihilator XIII) y para 1994 ya se habían resuelto casi todos los problemas de diseño (vamos, que había finalizado su desarrollo).

La Tomi-Gun poseía una cadencia de fuego bastante elevada, un poco más de 900 disparos por minuto, superior a la de muchos otros subfusiles automáticos de menor calibre. Esta tasa de fuego, combinada con un apretón fuerte del gatillo y un cargador que se vaciaba rápidamente, aumentaban la tendencia del arma a alejarse del blanco en modo automático (ya no digamos la lejanía alcanzada en el modo manual, el más usado).

En comparación con los subfusiles modernos, el Tomison de calibre .45 es pesado, resulta difícil apuntar con él y tiene un retroceso excesivo. Sin embargo, según los estándares de aquellos tiempos, el era una de las armas más efectivas y confiables disponibles entonces (no la cambio por nada).

En futuros artículos analizaremos el paso de la Tomi-Gun desde el campo de pruebas al campo de batalla, así como su historia desde su insignificante nacimiento en un pesebre hasta su decadencia final (aunque expertos afirman que su regreso está cada vez más cerca).

Me voy a fumar un truja...

Tomi mata.
Tomi puede matar.
Tomi perjudica gravemente su salud y la de los que están a su alrededor.
Tomi acorta la vida.
Tomi obstruye las arterias y provoca cardiopatías y accidentes cerebrovasculares.
Tomi provoca cáncer mortal de pulmón.
Tomi perjudica la salud de su hijo durante el embarazo.
Proteja a los niños: no les haga respirar el humo de Tomi.
Su médico y su farmacéutico pueden ayudarle a dejar a Tomi.
Tomi es muy adictivo: no empiece a Tomar.
Dejar a Tomi reduce el riesgo de enfermedades mortales de corazón y pulmón.
Tomi puede ser causa de una muerte lenta y dolorosa.
Ayuda para dejar a Tomi: consulte a su médico o farmacéutico.
Tomi puede reducir el flujo sanguíneo y provoca impotencia.
Tomi provoca el envejecimiento de la piel.
Tomi puede dañar el esperma y reduce la fertilidad.
Tomi contiene benceno, nitrosaminas, formaldehido y cianuro de hidrógeno.
...
En fin, cómo iba diciendo, me vi a fumar un truja...
Soy tan peligroso que no creo que me afecte!

viernes, 16 de enero de 2009

Fuchebol 09

Hoy, rajando de Calderón en el día de su dimisión, su antaño homónimo culé saltó a la palestra. Y lo que el bueno de Gaspart dijo fue algo que todos pensamos en su momento (a los merengues les toca ahora). Dijo que se dio cuenta de que sobraba cuando un taxista madrileño y madridista le pidió que se quedase de presi del Barça para siempre. Parece mentira que nadie se lo hubiera dicho antes o que no se hubiese dado cuenta sólo. En fin... pasemos de Calderón, que ya tiene lo suyo. A ver si le queda algún amigo. Y no hablo del de la gomina...

Hace mucho que no hablo de fútbol en El Caranzeiro. Cómo han cambiado los tiempos. Siempre confié en Pep. Gracias por darnos lo que queremos aquellos que mamamos tu Dream Team. Quién osó dudar del fútbol holandés, arriesgado, del cerebro catalán, computerizado y bien numerado, del talento argentino, talento de momento incorruptible.

Falta de experiencia, Mourinhos, Scolaris, crisis, mociones de censura, Ronaldinhos y Eto'os, Crisitos Ronaldos y demás mercadotecnia periodística tan cercana al fútbol como un capítulo de Melrose Place. A la mierda.

Jugadores de la casa, vocación de tocar, acariciar, deleitarse con el balón. Estrellas del fútbol y no de las portadas. Entrenadores que ven el bosque tras su propia sombra, alargada como la de un árbol a punto siempre de caer en medio del bosque, lo escuche alguien o no.

No hay color. Este Barça hace que estemos orgullosos de que, en un planeta fútbol donde los talonarios, los anuncios y la prensa parecen importar más que el lugar (a veces lejano, donde el de las palomitas) donde acabe la pelota.

Y no hay más que mirar la pelota para entender el fútbol. Desmitificarlo y luego hacer mito de lo que de verdad fue, es y será en las canchas de todo el mundo. En esas de barro o cemento donde unos cuantos chavales pasan algunas de las mejores horas de su fugaz juventud.

Redonda. Como la tierra. Para que ruede y tal. Cuadrada sería un mal invento. Por qué todo lo cuadrado mata el fútbol? Pregúntale al balón. Cuadrada es la TV, cuadrados los periódicos, cuadrados los billetes, los cheques, los botes de colonia. Cuadrados mágicos con pivote y mediapunta, con doble pivote o con un tetris de pivotes... a lo Aguirre. Los cuadrados no ruedan.

Gaseoso elemento. Aire la rellena. Como el aire que rompe volando hacia la escuadra. Aire puro, aire de pulmón. Globo pesado que pateas con violencia, pero con amor. Con huevos, pero con delicadeza.

No vale sóla la delicadeza, métete a danza clásica o en los saraos de Guti & Co.

No valen sólo los huevos. Métete a Potro de Vallecas o huélele el sobaco a Camacho. Rompe piernas en la frontal y mata de una patada a los artistas. Roba el arte a los demás. Pásate a Pressing Catch.

Unos vemos el fútbol. Lo añoramos. Sin oficio ni beneficio. Otros hacen del fútbol beneficio, y si no hay fútbol se lo inventan. Es país para periodistas. País para mentecatos cuya palabra tiene tanto valor como la de la más triste botella de Soberano que acumula polvo en un rincón de una taberna castellana. Verdaderas autoridades en la materia. Pero no la gris. Si no la rosa, la amarilla, la sensación de la temporada.

El fútbol es redondo, como el balón. Verde, como el campito. Se juega por afición. Por amor. Con cojones y delicadeza. Una máquina de hacer dinero no llena los campos de regional. Uno no dice UUUUYYYY cuando casi se come al coche que viene de frente. Uno sabe cuándo lo dice.

Con esa mirada fija, con esa mente ocupada, con esa pasión desinteresada tan interesante que corre por tus venas cuando tu equipo marca.

Y si tu equipo JUEGA AL FÚTBOL, mejor que mejor.

Gracies Barça!

viernes, 9 de enero de 2009

Año nuevo... ¿vida nueva?

Vaya mierda de título. Pero digno del año que empieza. Para empezar, se acaba el gran contrato. Puede que en un mes seamos la mitad. Puede que en un año la cuarta parte. Puede que en un par me encuentre vendiendo "El Caranzeiro" por fascículos en el metro de ¿Madrid? Sabe Dios.

Por lo demás, todo vello. El año entró sin pena ni gloria y parece la continuación del anterior (aunque no recuerdo exactamente si hace un año era tan vago). O sea, ron, cocacola, pitillos y cama. El piso franco por estrenar y la mente girando a revoluciones oscuras de carallo.

Creo que dejé de llenar este blog cuando me di cuenta de la nula evolución de mi vida mientras lo leía. Y aquí estoy de nuevo dispuesto a llorarle a la pantalla. Joder.

EL SEXTO PÁRAMO

Como el pequeño agujero de una madriguera que da entrada a innumerables galerías subterráneas llenas de inmundicias. Contemplo la tan ansiada noche desde el alféizar de mi ventana, y su silencio no me trae otro recuerdo que la inmensa soledad.

Antaño estos ventanales alumbraron grandes hazañas, grandes amores. Iluminaron con los rayos del astro abrasador las vicisitudes de una vida otrora joven, otrora feliz. Llenaron de vida con su luz a aquellos que se acercaban a mi palacio, como colmaba de amor a la vida el último destello del Ocaso. De un Ocaso que nunca terminó.

Desde esta ventana ansiamos el amanecer como ahora huimos ante su aterradora llegada. Desde esta ventana fuimos testigos del paso del tiempo, de los cambios, de las nuevas vidas y de las últimas despedidas. Hoy, a través de ella, sólo siento la oscuridad que me llena la cabeza de vísceras de otros y me llama para que trote toda la noche hacia un infinito muy indeseable.

Pero basta de burdos lamentos, debilidades evidentes de lo que queda de humano en mí, si es que queda algo más que el recuerdo ajado y empañado por la sangre. Basta de humanidad. La Negra Oscuridad nos llama y nos espera... impaciente.

Era una vieja taberna, en un camino semirural al que poco tiempo le quedaba. Las grúas se acercaban día a día, y lo que antaño fueron verdes prados, pronto serán bloques de cemento, grises y fríos como mi aliento.

Apenas un par de voces salían de su interior. Una, la más alta, era de un hombre, o probablemente de un viejo. Los desgarros del alcohol eran evdentes en su voz ronca y entrecortada. La otra voz era de una mujer, probablemente la tabernera, y carecía por completo de feminidad y de inocencia. La mujer trataba de largar al viejo mientras este le sulicaba humillado por otro vaso de vino.

La escena, sin verla, me dio arcadas. Me recordó algo extraño ocurrido hace mucho tiempo. Me evocó momentos de humanidad, pero también de muerte. Y recordé que una vez tuve que elegir. Y no tuve fuerzas. Pero uno, aunque no quiera, siempre elige. Y si no quiere, elegirá mal irremediablemente.

El pobre viejo no sólo no quería elegir, sino que ella eligiese por él. Quería volver al regazo de una madre protectora capaz de definir la vida de uno sin que uno se tenga que levantar. Y ella, en su piedad, cedía y elegía por él. El último vaso de vino. Un vaso de vino que un niño no merece. Y la mala madre se lo da, para descanso de su alma y condena de su cuerpo. Pútrido, fétido, fecal. Tan nauseabundo que incluso las bestias de Set arrugamos nuestras fauces ante tanta inmundicia.

No iba a permitir que esa pobre madre eligiese el funesto destino de su berraco. No le iba a dejar descansar. Impediré como sea que el cobarde alcance su patético destino. Le daré un destino nuevo, un destino suyo todo para él. Sin madrazas en las que apoyarse, sin padres ante los que responder. Sin cristales en los que mirarse ni soles que acentúen el mal del ron. Lo hundiré en la más negra Oscuridad.

Cuando la mano del viejo se extendió hacia su último vaso de vino, ante la impaciente y triste mirada de su sirvienta, decidí que era el momento idóneo. Sus dedos abrazaron el vaso como si fuese de oro puro y sus labios cortados se acercaron al divino manjar. El vino rojo entró por su garganta y cayó por la comisura de sus labios como si viniese de darse un festín salvaje. La mirada del viejo se clavó entonces en la berraca. Sus ojos se volvieron negros como la noche y sus labios enrojecieron de excitación.

Algo raro debió advertir la tabenera, pues al momento, rauda y apurada, agarró un cuchillo de cocina como si hubiese visto al mismo Diablo. Y seré yo el que niegue tal visión. Pero de nada sirven cuchillos, pistolas o cañones ante la Ira de la Noche, pues es más penetrante, dura y mortal que cualquier metal, pecado o venganza. Apenas si pudo defenderse.

Con sus propios dientes, blancos ahora como la leche materna, el Diablo decidió volver a ver el corazón maternal que antaño tanto amor le dio. Trataría de devolvérselo, y, si no pudiese, se lo llevaría consigo. Poca resistencia puede oponer un costillar para un lobo hambriento. Y poco miedo puede uno tener de tan rápida muerte.

Cuando la faena estuvo completa, el viejo cayó inconsciente. Tenía sangre y vísceras por todo su cuerpo y un fino hilo de vino bajaba por su barbilla. Nunca tanto había disfrutado de un néctar. Era hora de dormir plácidamente. Como en el regazo de una madre. De la Madre Noche

Aún me encontraba en la vieja taberna, colgado del techo, casi imperceptible, cuando las autoridades llegaron alertadas por un vecino lo suficientemente valiente para llamarlas, pero demasiado cobarde para no hacerlo. Cuando entraron y encontraron al viejo lleno de sangre durmiendo plácidamente con una sonrisa de recién nacido, tumbado sobre las vísceras de su amada, no pudieron más que salir horrorizados.

Sólo horas después, cuando el amanecer apuntaba en el cielo, dejaron todo limpio, llevándose al viejo loco a quién sabe qué inmundo agujero. No tan inmundo como el mío. Só lo entonces regresé a mi ventana y pude ver, con el temor de un niño asustado, los claros rayos de sol que alumbran en en alba y que antaño iluminaron mi vida.